Book a Class

🕎 Gaza: Entre la ideología y el sufrimiento humano

Oct 31, 2020

Hoy, octubre de 2020, el mundo vuelve a mirar hacia Gaza. Más que un territorio, se ha convertido en un espejo del dolor humano, de la manipulación política y del precio que paga una sociedad cuando el poder se disfraza de fe.

Desde que Hamás tomó el control en 2007, Gaza vive bajo un sistema de gobierno autoritario, regido por la interpretación más rígida de la ley islámica. No hay elecciones libres, ni independencia judicial; hay miedo, silencio y pobreza. En las calles, la voz del pueblo ha sido reemplazada por el eco de la ideología.

Este mes, mientras el mundo lucha contra una pandemia, en Gaza miles de familias sobreviven con lo mínimo, entre cortes eléctricos, desempleo y restricciones. Los cohetes vuelven a sonar, y cada uno trae el mismo mensaje: más odio, más pérdida, menos esperanza.

La Torá nos enseña que cuando el liderazgo se corrompe, la tierra gime. “Sus jefes juzgan por soborno… y dicen: ¿acaso no está Hashem entre nosotros?” (Miqueas 3:11). Es el retrato de una sociedad que invoca a Dios mientras traiciona Su voluntad.

El verdadero poder no nace de la opresión, sino de la justicia y la compasión. El Talmud dice: “El mundo se sostiene por tres cosas: por la verdad, por el juicio y por la paz.” (Pirkei Avot 1:18). Cuando se rompe uno de esos pilares, el mundo entero tambalea. Gaza no es una excepción.

Mientras los líderes discuten ideologías, el pueblo sigue pagando el precio. En Gaza, la vida se ha reducido a resistir: resistir la pobreza, el encierro, la censura y el miedo. Cada familia es un testimonio del costo humano de la política convertida en religión.

No se puede hablar de justicia cuando el pan se reparte según la lealtad al partido, ni de libertad cuando las voces disidentes desaparecen. Las madres entierran a sus hijos, los jóvenes sueñan con huir, y los ancianos recuerdan un tiempo donde el nombre de Dios se pronunciaba con esperanza, no con odio.

El Tanaj nos enseña que la grandeza de un pueblo no se mide por su fuerza militar, sino por su capacidad de cuidar a los débiles. En Devarim (Deuteronomio 10:18-19) está escrito:

“Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero dándole pan y vestido. También vosotros amaréis al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.”

Cuando un gobierno olvida esta enseñanza, deja de representar al Creador y se convierte en un opresor más. El dolor de Gaza no es solo político, es moral. Es el resultado de reemplazar la compasión por el control, la verdad por la propaganda y la fe por el fanatismo.

El Talmud enseña que “quien destruye una vida, destruye un mundo entero” (Sanedrín 37a). Hoy, demasiados mundos se están destruyendo en nombre de causas que dicen buscar justicia. Pero no hay justicia sin humanidad.

Hay una línea muy delgada entre defender una causa y adorarla. Cuando la ideología se vuelve un fin en sí misma, el ser humano deja de servir a Dios y comienza a servir a su propio reflejo. Eso es lo que hoy vemos en muchos rincones del mundo, y Gaza no es la excepción.

Hamás nació con un discurso de resistencia, pero con el tiempo la resistencia se transformó en culto al poder. La fe se mezcló con la política, y el nombre de Dios se convirtió en bandera de guerra. Es lo mismo que advirtieron los profetas cuando el pueblo de Israel fabricó el becerro de oro: una imagen creada por manos humanas para reemplazar la Presencia divina.

El Tanaj es claro: cuando el hombre busca imponer su visión como si fuera la de Dios, cae en idolatría. Isaías (29:13) lo expresó con fuerza:

“Este pueblo se acerca a Mí con su boca y con sus labios Me honra, pero su corazón está lejos de Mí.”

No es distinto hoy. Muchos líderes religiosos usan la palabra “fe” para justificar la violencia, el odio o la exclusión. Pero la fe auténtica no se impone con armas ni se defiende con miedo. La fe verdadera se manifiesta en el respeto por la vida y la búsqueda constante de la verdad.

El Talmud enseña: “Donde hay orgullo, allí no puede habitar la Shejiná” (Sotá 5a). La presencia divina se aleja de todo lugar donde la arrogancia reemplaza la humildad. Gaza necesita líderes que sirvan a su pueblo, no que lo sacrifiquen.

El liderazgo no se mide por la fuerza con la que se impone, sino por la capacidad de guiar con justicia y humildad. En el judaísmo, un líder no domina al pueblo: lo sirve. Moshé Rabenu fue llamado “el hombre más humilde sobre la faz de la tierra” (Bamidbar 12:3), porque entendió que el poder solo tiene sentido cuando nace del servicio y no del ego.

En contraste, el modelo de liderazgo impuesto por Hamás en Gaza se basa en el control, el miedo y la obediencia ciega. No hay lugar para el disenso ni para la autocrítica. Los líderes se colocan en el centro del culto político, olvidando que en la Torá el centro siempre pertenece a Hashem.

El Talmud enseña que “el poder no es para el beneficio personal, sino para el bien del pueblo” (Horayot 10a). Cuando el líder busca su propia gloria o la de su partido, el liderazgo se transforma en tiranía.

La diferencia entre un líder espiritual y un gobernante autoritario es que el primero despierta conciencia; el segundo la adormece. El verdadero líder eleva a su pueblo, no lo utiliza como escudo. La historia de Israel está llena de líderes que fueron probados en su humildad: Yosef, que sirvió a sus hermanos a pesar de haber sido traicionado; David, que se negó a levantar su mano contra el ungido; y Moshé, que intercedió por su pueblo aun cuando este se rebeló.

Hoy, el mundo necesita ese tipo de liderazgo: uno que escuche, que eduque y que sepa detener la violencia antes de convertirla en destino.

La paz no nace de los acuerdos políticos ni de los discursos internacionales. Nace de la conciencia. Y la conciencia solo florece donde hay verdad y justicia.

Mientras el mundo discute quién tiene la razón, la tierra sigue absorbiendo lágrimas. Los pueblos no necesitan más promesas; necesitan líderes que comprendan que toda vida es sagrada, incluso la del enemigo. Sin esa comprensión, la historia solo repetirá su propio dolor.

El judaísmo nos enseña que la verdadera shalom no es la ausencia de conflicto, sino la presencia del equilibrio. En el Talmud (Berajot 64a) se dice: “Los discípulos de los sabios incrementan la paz en el mundo.” Es decir, la paz no se impone: se construye desde la sabiduría, el diálogo y la responsabilidad moral.

El profeta Zacarías (8:16) nos da la fórmula más simple y más olvidada:

“Hablad verdad cada uno con su prójimo; juzgad con verdad y juicio de paz en vuestras puertas.”

El mundo necesita volver a hablar con verdad. Gaza, Israel y todos los pueblos necesitan recordar que no hay justicia posible sin compasión, y que no hay fe verdadera cuando se justifica la muerte del inocente.

Solo cuando la conciencia despierte por encima de la ideología, habrá esperanza real. Hasta entonces, seguimos aprendiendo, seguimos orando, seguimos creyendo en un mundo donde la justicia no sea una utopía, sino una realidad.

✨️ Yudy Lantigua

Bienvenido a un espacio donde la Kabbalah se convierte en una guía práctica para transformar tu vida. Aprende cómo aplicar principios espirituales en tu día a día para alcanzar plenitud y propósito.

Toma Accion

Stay connected with news and updates!

Join our mailing list to receive the latest news and updates from our team.
Don't worry, your information will not be shared.

We hate SPAM. We will never sell your information, for any reason.